Mascotas virtuales

Esta mañana me ha sonado el móvil mientras trabajaba. Era mi madre. Qué susto. ¿Habrá pasado algo?
-Brianda,- dijo ella- es por el tamagochi de tu hermana. Es que está pitando y no sé qué hacer.
¡No me lo podía creer! ¿De verdad acababa de oir aquéllo o era una pesadilla?
-Déjalo en su habitación. Ya se callará. ¡O quítale las pilas!
Y de pronto fue como volver atrás en el tiempo...
Hace unos años a una de mis compañeras de piso su novio le regaló un Furby por Navidad. A todos nos hizo mucha gracia, al menos los dos primeros días. A la semana estábamos hasta las narices del bichejo asqueroso.
No se callaba nunca: Furby tene miedo; Queres jugar con mi?; Papi, mami, furby siente solo... Y con esa voz tétrica que sonaba a cualquier hora.
Un día no lo aguantamos más: estábamos viendo una película en el salón, los demás habían salido. De pronto aquel monstruito abrió los ojos y empezó a lloriquear. Lo cojí y lo llevé a la habitación contigua, lo metí debajo de las mantas y lo dejé allí quejándose con su vocecilla informal.
He de reconocerlo: se nos olvidó sacarlo de allí cuando nos fuimos para cama.
A las tantas de la mañana sonó un grito aterrador por toda la casa:
¡QUIÉN HA METIDO AL PUTO BICHO EN MI CAMA!
Lo confieso, no me arrepentí. No era precisamente nuestra compañera de piso favorita, y no recuerdo jamás haberme despertado riendo a carcajadas como aquella noche.
Pero, a partir de entonces todos hicimos un pacto: nada de mascotas virtuales en nuestras vidas.Esta mañana, sin embargo, el pánico se apoderó de mí: ¿por qué de repente siento que voy a tener que hacerme cargo del tamagochi de mi hermana en cualquier momento?
Brianda tene miedo!!
-Brianda,- dijo ella- es por el tamagochi de tu hermana. Es que está pitando y no sé qué hacer.
¡No me lo podía creer! ¿De verdad acababa de oir aquéllo o era una pesadilla?
-Déjalo en su habitación. Ya se callará. ¡O quítale las pilas!
Y de pronto fue como volver atrás en el tiempo...
Hace unos años a una de mis compañeras de piso su novio le regaló un Furby por Navidad. A todos nos hizo mucha gracia, al menos los dos primeros días. A la semana estábamos hasta las narices del bichejo asqueroso.
No se callaba nunca: Furby tene miedo; Queres jugar con mi?; Papi, mami, furby siente solo... Y con esa voz tétrica que sonaba a cualquier hora.
Un día no lo aguantamos más: estábamos viendo una película en el salón, los demás habían salido. De pronto aquel monstruito abrió los ojos y empezó a lloriquear. Lo cojí y lo llevé a la habitación contigua, lo metí debajo de las mantas y lo dejé allí quejándose con su vocecilla informal.
He de reconocerlo: se nos olvidó sacarlo de allí cuando nos fuimos para cama.
A las tantas de la mañana sonó un grito aterrador por toda la casa:
¡QUIÉN HA METIDO AL PUTO BICHO EN MI CAMA!
Lo confieso, no me arrepentí. No era precisamente nuestra compañera de piso favorita, y no recuerdo jamás haberme despertado riendo a carcajadas como aquella noche.
Pero, a partir de entonces todos hicimos un pacto: nada de mascotas virtuales en nuestras vidas.Esta mañana, sin embargo, el pánico se apoderó de mí: ¿por qué de repente siento que voy a tener que hacerme cargo del tamagochi de mi hermana en cualquier momento?
Brianda tene miedo!!
2 Comments:
yo también tuve que cuidar un bicho de esos a un sobrinito hace un par de años y por lo visto no lo debí hacer bien porque al segundo día se puso a pitar mientras estaba en la carretera de burgos camino a donostia, no le hice caso y cuando llegué... habia muerto.
y me avergüenza un poco decirlo, pero un escalofrío me corrió por la espalda.
Sip, yo ya lo he matado dos veces, pero como mi ami hermana no parece afectarle mucho, he dejado de sentir remordimientos. jajaja
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